El elevado numero de jóvenes excluidos de la sociedad en educación
y trabajo (los NINI, por Ni trabaja Ni estudia), es un fenómeno de tres causas:
el obsoleto y quebrado sistema educativo, un débil y pobre mercado laboral, y
la decadencia de la cultura laboral.
El funcionamiento del sistema educativo esta obsoleto frente a un contexto social de pérdida de
respeto a las normas y las figuras de
autoridad, y quebrado en su relación con las demandas del mercado laboral. El aula no puede seguir viéndose
como un aparato de control en donde una
figura autocrática determina el uso del tiempo de la “masa” de alumnos. El
facilitador debe ser responsable de proponer objetivos desafiantes y coherentes
con las necesidades de los alumnos en relación a la sociedad, y ofrecer
herramientas y alternativas para encausar la búsqueda de soluciones.
El mercado laboral débil es un síntoma de una economía de
baja expansión, que es consecuencia de los
desincentivos al sector privado. La cultura administrativa anquilosada,
producto de la baja competencia y competitividad, no propone alternativas sin miedo al riesgo.
La decadencia de la cultura y ética laboral del sacrificio y
el esfuerzo como valor está mostrando sus resultados. Por un lado, empresas con
necesidad de cubrir puestos demandantes, y por el otro, una fuerza laboral sin
compromiso. La ausencia de una
disciplina coherente demostrada desde las autoridades, dentro y fuera de los
hogares y las aulas, funciona como un desincentivo al esfuerzo. Los subsidios a corto plazo a la pobreza, sin
requerimientos que funcionen como mecanismos de inserción social y laboral,
empeoran la situación.
Si no se cambian estos factores, ¿cómo esperar resultados
distintos? Reformulando baja una óptica pragmática el concepto de sistema
educativo, dando incentivos y desafíos al mercado interno y promoviendo la ética
laboral desde las actividades del estado y las empresas, podría verse un
panorama distinto.
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